Dentro de la odontología prehispánica en México se pueden encontrar dos aspectos, uno hace referencia a las enfermedades que se encuentran en la boca y su tratamiento, y el otro es el de las decoraciones dentales como las limaduras e incrustaciones en los dientes.
Recopilación de la Odontología Prehispánica en México
La recopilación de estas prácticas comenzó por Fray Bernardino de Sahagún, ayudándose de informantes indígenas y ancianos, gracias a esto es que logró obtener información sobre los usos y costumbres que se practicaban y utilizaban para curar enfermedades antes de la conquista española.
En uno de sus capítulos explica como los indígenas utilizaban las hierbas medicinales para tratar y curar enfermedades y otros padecimientos en las encías y los dientes, y como le daban una gran importancia a la higiene bucal.
También encontró información sobre la caries dentales, enfermedades de la boca y úlceras. Además se pueden encontrar una gran variedad de remedios para sanar las heridas en la boca y como fortalecer estos tejidos, astringentes para asegurar las dentaduras que ya estaban flojas, plantas medicinales para eliminar el dolor que producían las caries y diversos conocimientos de cortezas de árboles utilizadas como medicina para los ojos, la nariz, los oídos y los dientes.
Decorados dentales prehispánicos
Las limaduras e incrustaciones se hacían con objeto de adornar los dientes y no de mutilarlos como se cree en la actualidad. Esta práctica llegó a utilizarse como un distintivo de estatus elevado, de pertenencia a una tribu o clan, para resaltar la belleza, con fines religiosos o mágicos.
También se llegaban a utilizar como una clase de condecoración por haber prestado servicios especiales, o al regresar de haber visitado algún lugar sagrado o muy importante y en ciertas ocasiones estas incrustaciones dentales se llegaban a utilizar por los acompañantes de los gobernantes, esto como una clase de talismán que los protegía a ambos contra los malos espíritus en sus recorridos o travesías. Además, también se piensa que la forma puntiaguda en la que se modelaban los dientes de las personas era por fines funcionales y no estéticos, es decir, para facilitar la práctica de la antropofagia, ya que esto facilitaba el consumo de la carne humana en los rituales que se realizaban.
La simbología
La capacidad del órgano dentario para almacenar información parece ir más allá en sus notables alcances, puesto que conserva datos sobre usos religiosos milenarios y puede constituirse en pieza importante para la elaboración de teorías sobre la evolución del hombre.
Gutierre Tibón sostiene que «las incrustaciones dentarias obedecían a ideas mágico religiosas y eran privativas de personas de alto rango político y sacerdotal; el mando y el sacerdocio coincidían en la sociedad prehispánica».
Una de las razones probables por las que el diente se hizo objeto de culto fue que para los indígenas americanos representaba el poder, el liderato y el dominio. Tibón aporta pruebas de procedencia diversa para apoyar esta interpretación.
En distintos lugares de la Biblia, por ejemplo, se habla de los dientes como símbolo de poder. Jeremías alude a su humillación diciendo: «Me quebró los dientes con cascajo», para luego aclarar sin lugar a dudas más adelante: «Fui escarnio de todo mi pueblo… Pereció mi fortaleza.»
En el Popol vuh aparecen similares simbologías, sobre todo en el episodio en que el dios Siete Guacamaya pierde los dientes, y con ellos, su aspecto de jefe, su temible figura y finalmente su vida.
Entre los antiguos nahuas el mismo idioma reflejaba la asociación entre los dientes y el poderío. Tlanti (diente) forma parte de una serie de palabras que simbolizan la ostentación, ganancia o pérdida del poder. Tlantla significa «ser poderoso»; omotlanti equivale a «tomar el gobierno» o tomar las riendas del poder político; tlantlaza es «romperse los dientes» y expresa en sentido figurado la pérdida del poder; tlantepehua significa literalmente «romper los dientes a alguien», y es una manera de expresar la degradación de una persona.
Por otra parte, el radical tlanti se emplea en lengua náhuatl para indicar lugar. AsíCoatlán es «el lugar del dios culebra»; Mazatlán es «el lugar del dios venado»; Amatlán es «el lugar de los amates», y muchos ejemplos más. Esta aplicación del radical tlan se reproduce exactamente en la escritura jeroglífica, puesto que las representaciones gráficas de los nombres incluyen el dibujo de una encía y dos o tres dientes.
Es probable que esta asociación del radical tlan con los lugares ligue el símbolo del diente con la idea del poderío y señorío sobre tal o cual sitio. Sin embargo, Tibón ofrece una interpretación diferente: «El diente, fijo en su alveolo, es paradigma de lo que está.» La representación jeroglífica de tlan en los nombres de lugar es, desde luego, una pareja de muelas.
Otro aspecto que ilustra elocuentemente el valor mágico y mítico de los dientes lo constituye la interpretación de los sueños; al respecto pueden observarse asociaciones sumamente interesantes entre las tradiciones de los indígenas de Mesoamérica y el viejo mundo.
Los griegos, por ejemplo, al interpretar los sueños señalaban que la caída de un diente simbolizaba la muerte de un miembro de la familia. Entre los semitas del medio oriente aún se conserva la creencia de que la caída de un diente sin que la encía sangre anuncia la muerte inminente de un pariente cercano: si la pieza caída es una muela, se trata de un anciano; si un premolar, una persona de edad media, y si un incisivo o un canino, entonces el fallecimiento será de un niño.
Entre los mayas la interpretación que los onirománticos daban a los sueños era exactamente igual. Robert Redfield y Alonso Villa Rojas informan sobre sus hallazgos en la aldea Chan Komen, en Quintana Roo, y sus datos sobre las interpretaciones prehispánicas de los sueños coinciden casi exactamente con el modelo semita. Aunque estas tradiciones pudieron pasar a América con los españoles, incorporándose a las tradiciones mayas, cuando Redfield y Villa Rojas hicieron sus investigaciones (principio de la década de los treinta), Quintana Roo se hallaba prácticamente insumiso y, se considera, preservaba las tradiciones culturales mayas poco menos que intactas. Estas similitudes constituyen, por tanto, un indicio sumamente interesante de la existencia de un patrón cultural común entre América y el Asia Menor